Endersal
Capítulo 10
¿Tu nombre?
Durante la caída, notó como la mano de
la chica se aferraba fuertemente a la suya. El violento contacto con las
heladas aguas hizo que se separaran. Se hundía sin remisión. Abrió los ojos y
solo vio espuma blanca a su alrededor. La fuerza del agua al caer desde tan
alto le llevaba cada vez más abajo y no tenía manera de salir del remolino que
se formaba continuamente. Quizás si que ahora había llegado la hora de morir.
Sus pies tocaron finalmente la dura roca del fondo del lecho. Era ahora o
nunca. Se impulsó fuertemente y se proyectó hacia arriba.
Por unos instantes pensó que no lo
lograría. El remolino continuaba absorbiéndolo, pero finalmente consiguió
dejarlo atrás. Sus pulmones estaban a punto de estallar cuando salió a la
superficie. Una bocanada de aire fresco llenó sus pulmones que sintió a punto
de estallar por los fuertes pinchazos que sentía en su pecho.
Mientras la corriente le llevaba río
abajo, miró a su alrededor en busca de sus compañeros. Vio al gigante negro
corriendo por la orilla, haciéndole señas sin cesar. Su boca gritaba algo, pero
el ruido ensordecedor de las aguas no le dejaba oír lo que decía.
Frente a él surgió una enorme roca. Si
chocaba contra ella sus huesos se romperían en mil pedazos. Empezó a nadar como
pudo hacia un lado y entonces la vio y comprendió lo que le intentaba decir su
compañero. A su lado, a un par de metros, boca abajo, flotaba la chica a merced
de la corriente. Con tres fuertes brazadas se colocó a su lado, le dio la
vuelta y la cogió por debajo del torso, manteniendo su cabeza sobre su hombro.
Justo en ese momento, pasaron a escasos centímetros de la enorme roca. Su muslo
izquierdo chocó contra una afilada arista pulida por el transcurrir del agua y
sintió como se abría un profundo corte en él. Un dolor lacerante subió por todo
su ser y un grito surgió de su garganta, mientras volvían a caer por otra
cascada, esta vez de menor tamaño.
Esta vez el golpe fue menor y la
corriente les llevó hasta aguas más tranquilas.
Dejó que su cuerpo se acercara
lentamente a la orilla mientras observaba como iba dejando tras de sí,
corriente abajo, un amplio reguero de sangre. “Bueno” – pensó – “al
menos tengo la piedra en mi poder”. Su mano se detuvo en su pecho,
palpándolo, sintiendo que no había nada bajo sus ropajes. No sintió rabia, ni
frustración. Una sonrisa afloró a sus labios mientras su cuerpo tocaba la
orilla. Segundos después, se desvaneció.
Se despertó sobresaltado, y sólo el
fuerte dolor de su pierna herida le
recordó donde se encontraba y por todo lo que habían pasado.
Una mirada recelosa a su alrededor le
sirvió para sentirse seguro. Se encontraban dentro de una cueva, al calor de
una hoguera. Afuera llovía con fuerza. La chica se encontraba a su izquierda,
tumbada de lado, con su bello rostro relajado por la sombra del sueño. Era
increíblemente hermosa. Su negra cabellera caía a un lado de su cara tapándole
los bien formados pechos, cuyo nacimiento se entreveía por la abertura del
rojizo manto.
Sus carnosos labios, entreabiertos,
dejaban entrever una hilera perfecta de dientes, por lo que dedujo que
pertenecía a la nobleza.
Una sombra le sacó de sus
cavilaciones. Giró la cabeza hacia la derecha y se encontró ante su nuevo
compañero de aventuras. Sus ojos destilaban cautela. Le miró durante un corto
espacio de tiempo, estudiándolo. Se arrodilló junto al fuego y lo alimentó con
más ramas. Después giró el menudo cuerpo del conejo que había puesto sobre las
brasas.
- ¿Tu nombre?
Su voz surgió profunda, sin quitarle
la vista de encima.
- Kendor, ¿y el tuyo?
- Drago.
Apoyado sobre su brazo derecho señaló
a la chica.
- ¿Y ella? ¿De dónde salís? ¿Quiénes
eran esos seres? ¿Aún…
La mano de Drago interrumpió sus
preguntas.
-
Demasiadas preguntas para responderlas con el estómago vacío, ¿no crees? - Cogió una hoja que había en el suelo y la
desdobló entregándole su contenido a Kendor.
-
No es mucho, son conejos pequeños, pero será suficiente para quitarnos el vacío
del estómago. Ella ya comerá cuando despierte. Ahora necesita descansar, la
herida de la espalda la ha debilitado mucho, aunque no es tan grave como creía.
Kendor masticaba lentamente la comida.
La herida de la pierna le quemaba. Se sobresaltó cuando un relámpago iluminó
toda la estancia.
- ¿Estamos aquí seguros? Sólo disponemos de
tu espada en el supuesto de que nos encuentren, y lo harán. Les hemos dejado
sin su sacerdote. Deben estar sedientos de venganza.
-
Al contrario. Sin él estarán desorientados y sin saber que hacer. Son sirukis,
gorilas amaestrados mediante artes nigrománticas. Sin su amo ahora sólo son
animales salvajes. Esperemos que ahora vuelvan a su estado natural.
Secuestraron a la chica en palacio, supongo que para ofrecerla en algún
sacrificio. Por el momento estamos a salvo. ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?
Durante unos instantes estuvo
masticando la poca carne que tenía en su interior. Después escupió los
huesecillos a la hoguera y se tapó la boca con la mano para eructar.
- Sólo soy un aventurero en busca de fortuna. Oí hablar de
estas ruinas en la ciudad y partí hacia aquí en busca de algún tesoro perdido
sólo para encontraros a ti y a la chica a punto de ser despellejados. Lástima
que los soldados hayan caído en sus manos. Nos habrían ido bien sus brazos para
abrirnos paso entre ellos.
Drago sonrió entristecido.
- Conocía a cada uno de ellos. Estaban bajo
mis órdenes en palacio.
Kendor dejó la mano a medio camino de
su boca con otro minúsculo trozo de conejo entre sus dedos.
- ¿Bajo tus órdenes? ¿Y que hacían aquí?
- No lo sé. Soy el comandante en jefe del palacio del rey Kron, en Endersal.
Tendré las respuestas cuando llegue a palacio.
La chica se movió entre sueños pero no
despertó. Durante unos minutos el silencio se mantuvo en la gruta, roto por el
ruido de la tormenta y las ramas al crepitar en el fuego. Los truenos se oían
cada vez más lejos. Parecía que la tormenta se alejaba Aún así, la lluvia no
cesaba en su intensidad.
- Necesito hombres como tú. Valientes, decididos, con iniciativa. ¿Te podría interesar?
El salario es bueno. Comida y bebida en palacio no falta, y aventuras,... Ya lo
ves, de esas no faltan en el mundo en el que nos ha tocado vivir.
Kendor se lo quedó mirando fijamente. ¿Por qué no? – Pensó – Ya era hora de
echar raíces. Había dado muchos palos de ciego durante toda su vida. Quizás era
hora de asentarse. Con el tiempo quizás se ganara la suficiente confianza de
aquel gigante como para ir ascendiendo en el escalafón hasta poder ganarse un
sustento para vivir cómodamente, sin necesidad de volver a pensar en huir de
nuevo. ¿Aventuras? ¿Quién las necesitaba? Su vida había sido toda una aventura
desde mucho tiempo atrás. Necesitaba un lugar donde poder descansar, y aquél
hombre se lo ofrecía. ¿Por qué no?
-
Es una lástima no poder echar un trago para celebrarlo. Pero sí. Acepto tu
oferta de buen grado, comandante Drago.
Esta vez la sonrisa de Drago iluminó
su rostro. Se incorporó y se arrodilló junto a Kendor. Sus manos fueron a la
herida, le quitó las hojas que la cubrían y las tapó con otras nuevas tras
limpiársela con agua de lluvia. Después le ofreció la mano.
- Pues entonces cerremos el trato con un buen apretón de
manos. Mañana al alba saldremos de aquí. Cargaré con la chica y encontraré un
bastón para que puedas apoyarte en él. Tu herida será tratada en palacio por
los mejores sanadores. Después iremos a celebrarlo con un buen trago de cerveza
en la taberna de un buen amigo mío. No suelo equivocarme con mis decisiones.
Veo en ti a un hombre decidido que llegará lejos. Bienvenido a Endersal.
Kendor miró fijamente a Drago. Le caía
bien. No tenía miedo al futuro. Los únicos que habían podido delatarle se
encontraban muertos, y sería fácil desviar el robo sufrido en palacio a otros
ladrones. Una nueva vida se abría ante él y no pensaba desperdiciarla.
Se recostó, apoyó su cabeza sobre su
brazo y cerró los ojos. Al instante se quedó plácidamente dormido en un
profundo sueño como hacía muchos años que no había dispuesto.
FIN - Febrero 2009