jueves, 19 de septiembre de 2013

Décimo capítulo de diez

Endersal
Capítulo 10
¿Tu nombre?

Durante la caída, notó como la mano de la chica se aferraba fuertemente a la suya. El violento contacto con las heladas aguas hizo que se separaran. Se hundía sin remisión. Abrió los ojos y solo vio espuma blanca a su alrededor. La fuerza del agua al caer desde tan alto le llevaba cada vez más abajo y no tenía manera de salir del remolino que se formaba continuamente. Quizás si que ahora había llegado la hora de morir. Sus pies tocaron finalmente la dura roca del fondo del lecho. Era ahora o nunca. Se impulsó fuertemente y se proyectó hacia arriba.
Por unos instantes pensó que no lo lograría. El remolino continuaba absorbiéndolo, pero finalmente consiguió dejarlo atrás. Sus pulmones estaban a punto de estallar cuando salió a la superficie. Una bocanada de aire fresco llenó sus pulmones que sintió a punto de estallar por los fuertes pinchazos que sentía en su pecho.
Mientras la corriente le llevaba río abajo, miró a su alrededor en busca de sus compañeros. Vio al gigante negro corriendo por la orilla, haciéndole señas sin cesar. Su boca gritaba algo, pero el ruido ensordecedor de las aguas no le dejaba oír lo que decía.
Frente a él surgió una enorme roca. Si chocaba contra ella sus huesos se romperían en mil pedazos. Empezó a nadar como pudo hacia un lado y entonces la vio y comprendió lo que le intentaba decir su compañero. A su lado, a un par de metros, boca abajo, flotaba la chica a merced de la corriente. Con tres fuertes brazadas se colocó a su lado, le dio la vuelta y la cogió por debajo del torso, manteniendo su cabeza sobre su hombro. Justo en ese momento, pasaron a escasos centímetros de la enorme roca. Su muslo izquierdo chocó contra una afilada arista pulida por el transcurrir del agua y sintió como se abría un profundo corte en él. Un dolor lacerante subió por todo su ser y un grito surgió de su garganta, mientras volvían a caer por otra cascada, esta vez de menor tamaño.
Esta vez el golpe fue menor y la corriente les llevó hasta aguas más tranquilas.
Dejó que su cuerpo se acercara lentamente a la orilla mientras observaba como iba dejando tras de sí, corriente abajo, un amplio reguero de sangre. “Bueno” – pensó – “al menos tengo la piedra en mi poder”. Su mano se detuvo en su pecho, palpándolo, sintiendo que no había nada bajo sus ropajes. No sintió rabia, ni frustración. Una sonrisa afloró a sus labios mientras su cuerpo tocaba la orilla. Segundos después, se desvaneció.


Se despertó sobresaltado, y sólo el fuerte dolor de su pierna herida  le recordó donde se encontraba y por todo lo que habían pasado.
Una mirada recelosa a su alrededor le sirvió para sentirse seguro. Se encontraban dentro de una cueva, al calor de una hoguera. Afuera llovía con fuerza. La chica se encontraba a su izquierda, tumbada de lado, con su bello rostro relajado por la sombra del sueño. Era increíblemente hermosa. Su negra cabellera caía a un lado de su cara tapándole los bien formados pechos, cuyo nacimiento se entreveía por la abertura del rojizo manto.
Sus carnosos labios, entreabiertos, dejaban entrever una hilera perfecta de dientes, por lo que dedujo que pertenecía a la nobleza.
Una sombra le sacó de sus cavilaciones. Giró la cabeza hacia la derecha y se encontró ante su nuevo compañero de aventuras. Sus ojos destilaban cautela. Le miró durante un corto espacio de tiempo, estudiándolo. Se arrodilló junto al fuego y lo alimentó con más ramas. Después giró el menudo cuerpo del conejo que había puesto sobre las brasas.
- ¿Tu nombre?
Su voz surgió profunda, sin quitarle la vista de encima.
- Kendor, ¿y el tuyo?
- Drago.
Apoyado sobre su brazo derecho señaló a la chica.
- ¿Y ella? ¿De dónde salís? ¿Quiénes eran esos seres? ¿Aún…
La mano de Drago interrumpió sus preguntas.
- Demasiadas preguntas para responderlas con el estómago vacío, ¿no crees?  - Cogió una hoja que había en el suelo y la desdobló entregándole su contenido a Kendor.
- No es mucho, son conejos pequeños, pero será suficiente para quitarnos el vacío del estómago. Ella ya comerá cuando despierte. Ahora necesita descansar, la herida de la espalda la ha debilitado mucho, aunque no es tan grave como creía.
Kendor masticaba lentamente la comida. La herida de la pierna le quemaba. Se sobresaltó cuando un relámpago iluminó toda la estancia.
- ¿Estamos aquí seguros? Sólo disponemos de tu espada en el supuesto de que nos encuentren, y lo harán. Les hemos dejado sin su sacerdote. Deben estar sedientos de venganza.
- Al contrario. Sin él estarán desorientados y sin saber que hacer. Son sirukis, gorilas amaestrados mediante artes nigrománticas. Sin su amo ahora sólo son animales salvajes. Esperemos que ahora vuelvan a su estado natural. Secuestraron a la chica en palacio, supongo que para ofrecerla en algún sacrificio. Por el momento estamos a salvo. ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?
Durante unos instantes estuvo masticando la poca carne que tenía en su interior. Después escupió los huesecillos a la hoguera y se tapó la boca con la mano para eructar.
- Sólo soy un aventurero en busca de fortuna. Oí hablar de estas ruinas en la ciudad y partí hacia aquí en busca de algún tesoro perdido sólo para encontraros a ti y a la chica a punto de ser despellejados. Lástima que los soldados hayan caído en sus manos. Nos habrían ido bien sus brazos para abrirnos paso entre ellos.
Drago sonrió entristecido.
- Conocía a cada uno de ellos. Estaban bajo mis órdenes en palacio.
Kendor dejó la mano a medio camino de su boca con otro minúsculo trozo de conejo entre sus dedos.
- ¿Bajo tus órdenes? ¿Y que hacían aquí?
- No lo sé. Soy el comandante en jefe del palacio del rey Kron, en Endersal. Tendré las respuestas cuando llegue a palacio.
La chica se movió entre sueños pero no despertó. Durante unos minutos el silencio se mantuvo en la gruta, roto por el ruido de la tormenta y las ramas al crepitar en el fuego. Los truenos se oían cada vez más lejos. Parecía que la tormenta se alejaba Aún así, la lluvia no cesaba en su intensidad.
- Necesito hombres como tú. Valientes, decididos, con iniciativa. ¿Te podría interesar? El salario es bueno. Comida y bebida en palacio no falta, y aventuras,... Ya lo ves, de esas no faltan en el mundo en el que nos ha tocado vivir.
Kendor se lo quedó mirando fijamente.  ¿Por qué no? – Pensó – Ya era hora de echar raíces. Había dado muchos palos de ciego durante toda su vida. Quizás era hora de asentarse. Con el tiempo quizás se ganara la suficiente confianza de aquel gigante como para ir ascendiendo en el escalafón hasta poder ganarse un sustento para vivir cómodamente, sin necesidad de volver a pensar en huir de nuevo. ¿Aventuras? ¿Quién las necesitaba? Su vida había sido toda una aventura desde mucho tiempo atrás. Necesitaba un lugar donde poder descansar, y aquél hombre se lo ofrecía. ¿Por qué no?
- Es una lástima no poder echar un trago para celebrarlo. Pero sí. Acepto tu oferta de buen grado, comandante Drago.
Esta vez la sonrisa de Drago iluminó su rostro. Se incorporó y se arrodilló junto a Kendor. Sus manos fueron a la herida, le quitó las hojas que la cubrían y las tapó con otras nuevas tras limpiársela con agua de lluvia. Después le ofreció la mano.
- Pues entonces cerremos el trato con un buen apretón de manos. Mañana al alba saldremos de aquí. Cargaré con la chica y encontraré un bastón para que puedas apoyarte en él. Tu herida será tratada en palacio por los mejores sanadores. Después iremos a celebrarlo con un buen trago de cerveza en la taberna de un buen amigo mío. No suelo equivocarme con mis decisiones. Veo en ti a un hombre decidido que llegará lejos. Bienvenido a Endersal.
Kendor miró fijamente a Drago. Le caía bien. No tenía miedo al futuro. Los únicos que habían podido delatarle se encontraban muertos, y sería fácil desviar el robo sufrido en palacio a otros ladrones. Una nueva vida se abría ante él y no pensaba desperdiciarla.
Se recostó, apoyó su cabeza sobre su brazo y cerró los ojos. Al instante se quedó plácidamente dormido en un profundo sueño como hacía muchos años que no había dispuesto.
FIN - Febrero 2009

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